Manuel Peña con una mirada hacia la transformación de su vereda - Historia de Fundación Caicedo González Riopaila Castilla

Redacción por Fundación Caicedo González Riopaila Castilla

Manuel Peña con una mirada hacia la transformación de su vereda - Historia de Fundación Caicedo González Riopaila Castilla

Mientras cae la tarde y el calor intenso se disipa en la vereda El Remolino, Manuel y su esposa Dabeiba, cuentan el dinero que tienen guardado gracias a los ahorros que han hecho desde que tienen la huerta, ya que esta les ha permitido cosechar para dejar de comprar. Además, Manuel hace énfasis en que, con el sistema de riego que ha implementado, han podido ahorrar más, pues consumen menos agua y tiempo en el riego de las plantas.

Poniéndose sobre sus pies y dirigiéndose hacia la huerta para abrir la llave que le da permiso al agua transitar por el sistema de riego, Manuel nos explica cómo empezó esta aventura extraordinaria hace algunos meses atrás, que le ha permitido disminuir la carga y horas de trabajo en su huerta,

Mire, esto fue todo un reto; dice Manuel mientras suelta una agradable carcajada. Todo comenzó cuando a Dana (su hija) le entregaron un kit de regado; cogimos papel y lápiz y empezamos a hacer el diseño, cuando creímos tenerlo listo lo pasamos a la realidad.

Ahí fue el gran reto para él y su hija, aunque ya tenía idea de cómo hacerlo porque toda su vida ha estado inmerso en el mundo de la agricultura, no dejó de ser un desafío. La primera vez se les dañó la tubería y luego, cuando ya lo tenían todo armado, el agua no llegaba con suficiente fuerza a todos los aspersores. 

Tuve que hacerlo al menos unas tres veces. Pero no me importó, yo sabía la mejora que iba a tener mi huerta con este sistema de riego. 

En el mismo sistema de riego, implementé tres técnicas: por microaspersor, que es el que más utilizamos, para regar las plantas de la huerta; por aspersor, para las plantas más grandes como el plátano, banano, limón Tahití; y por nebulización para las plantas que recién están germinando.

Para Manuel y su familia implementar este sistema le ha permitido optimizar mucho tiempo, pues antes tenían que pasarse toda la tarde regando la huerta y estando muy pendiente de que el agua llegara a todos los rincones de Mundo Verde, así se llama su huerta.

Mientras pasea por su huerta, revisando cada una de sus plantas recuerda con agrado las veces que ha asistido a las Escuelas de Campo de la Fundación Caicedo González Riopaila Castilla:

Me gusta mucho asistir a las capacitaciones, ahí he fortalecido mis conocimientos técnicos, cosas que antes no conocía o no hacía porque no le veía importancia. Y definitivamente uno empieza a aplicar lo que aprende y vea, vea como tengo mi huerta de bonita. Además, es muy agradable aprender entre todos, por ejemplo, mis vecinos comparten cómo hacen las cosas y yo también, les puedo contar otras cosas que he aprendido.

Con las Escuelas de Campo, esta familia ha visto mejoras importantes, por ejemplo; cuando ellos decidieron implementar la huerta, el espacio que tenían disponible estaba lleno de escombros y basuras que hacían que la tierra estuviera enferma y poco fértil, con los conocimientos que han adquirido han podido aportarle los minerales necesarios para el correcto desarrollo de los cultivos y tener un suelo más productivo.

En Mundo Verde hay cultivo de habichuela, pepino, jalapeño, cilantro, ají, cebolla, pimentón, albahaca, tomillo, tomate, fríjol, anís y orégano. También tienen plantas de plátano, banano, yuca y árbol de guayaba arazá y limón Tahití. 

A la gente le gusta venir a ver mi huerta y se quedan aterrados cómo en un espacio pequeño tengo tantas cosas. Además, los vecinos como saben que en la casa se cultiva, entonces vienen a comprarnos lo que necesitan para el almuerzo.


La primera cosecha de cada mes es para el consumo propio, toman las verduras de la huerta, las lavan, pican y congelan para los almuerzos de los próximos días, y las cosechas siguientes son para la venta. Manuel con orgullo cuenta que toda su familia está involucrada en el proceso:

Dana y yo nos encargamos de las labores agrícolas, mi esposa de las finanzas y mis hijas y nieta de las ventas. 

Mi hija Dana y mi nieta sacan una mesa al frente de la casa y ponen venta de habichuela, tomate, cilantro, lo que haya en la cosecha; los vecinos vienen y compran mil pesos o dos mil pesos, o también por unidad. Si no venden todo lo que sacan, mi nieta coge la bicicleta y se va de casa en casa y llega con todo vendido.

Y mi otra hija, publica en redes sociales o en los estados de WhatsApp lo que para vender.

Manuel y su familia, hacen parte de las más de 4000 personas que implementan huertas de la mano de la Fundación y quienes creen, al igual que nosotros, en el poder de sus manos para cosechar alimentos frescos y de calidad que les permitan mejorar sus condiciones de vida, respetando sus saberes y costumbres.

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